miércoles, 12 de diciembre de 2007

Como niños en Navidad

Hace como una hora que ando esperandote. Los piecitos descalzos en la orilla ya se me enfriaron de andar por el borde del agua. Estuve jugando a tirar conchitas a la superficie del mar. Saltaban salpicando hasta que a los tres o cuatro saltitos se hundian. Batí mi propio record, conseguí cinco saltitos ... lastima que no estuvieras para verlo. Pero ... ah, ya te veo ... saltando el malecón , con los zapatos de domingo en la mano, para no llenarlos de arena y el vestidito del lazo azul que tanto le gusta a tu mama ponerte los domingos. ¡Que linda vienes hoy!

Y me cuentas como esta mañana tuviste que ayudar a una señora que en la iglesia se cayó y la acompañaste a su casa y que te dió galletas riquisimas ... ¿y para mí guardaste una? ... gracias ... y con una mirada pícara, sacas de detras la manita que mantenias escondida y me das una deliciosa galletita que huele a canela y miel.
Nos sentamos como siempre en esa roquita plana que hay cerca del agua. De pronto me doy cuenta de que hoy no estamos solos ... a unos metros, mirando hacia el horizonte, ausente, hay otro niño.
Va vestido con una camisa larga que casi le llega a los pies. Es raro. Tiene el cabello largo y castaño claro. Tiene las manitas a la espalda, parece un viejito bajito ... pero dá como mucha pena verlo tan serio ... por eso, casi sin hablar, tu y yo nos miramos y sabemos lo que tenemos que hacer. ¡¡Eh .. oyeee!!!... ¡¡Tu!!.. ¡baja aqui a jugar!.
El niño nos mira y vemos que tiene los ojos tambien castaños muy claritos ... casi de miel ... por un momento, duda, pero ... somos niños ... no necesitamos presentaciones para jugar ... y de pronto abre sus labios mostrando una sonrisa hermosa y sus ojitos rien ... y de un salto está a nuestro lado.
¿Que qué hicimos? Pues jugar ... vaya pregunta ... recorrimos la playa buscando tesoros en la arena, luego yo hice de pirata y el niño de corsario y tu de princesa secuestrada que teniamos que salvar ... recogimos cangrejitos e hicimos carreras con ellos ... molestamos a algún pescador de orilla pasando por debajo del sedal y corriendo para que no nos pillara el pescador enfadado ... nos reimos mucho ... y así llegó la tarde ... ni nos acordamos de comer.
Cuando el Sol ya bajó para beber un poquito de agua en el horizonte nos dimos cuenta de que se nos habia pasado la hora de volver a casa. Nos dimos un gran abrazo y el niño se alejó un poquito hacia las rocas. El Sol ya bajito le iluminaba el pelo castaño. Nos alejamos unos metros y entonces te volviste hacia él y preguntaste : ¿Como te llamas? ... Jesus, dijo él ... y desapareció.
El siguiente domingo le esperamos, pero no apareció. Yo no olvidaré nunca esa primera mirada, que parecía cargar con el peso del mundo y que ... ¿quien sabe? ... quizas conseguimos aligerar durante unas horas ... jugando ... como niños.

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